Temporada de Sombras Cap XI. El Pueblo Amurallado

 —Vengan, amigos míos —dijo Gunnarr el anjana, haciendo ademán para que Alex, Johnson y Nix lo siguieran—. Por aquí. 

Atravesaron las compuertas y caminaron sobre un suelo enlosado, rodeado primeramente por las torres y estructuras de piedra que fungían como una protección adicional a la muralla de madera, seguido a eso se encontraron rodeados por casas hechas de troncos y tablones, con los tejados repletos de nieve tal como los habían avistado desde la cima de la pendiente. 

Mientras caminaban escucharon a las compuertas cerrarse de nuevo detrás de ellos, aproximándose con cada paso hacia una gran casa con aspecto de ayuntamiento ubicada en el centro del pueblo. Subieron unas escaleras de piedra y el anjana abrió la puerta principal, cediendo el paso a sus compañeros. 

—Adelante —dijo—. Pónganse cómodos en el vestíbulo. 

—¡Muchas gracias! —exclamó Nix—. Una disculpa… Ehmm… ¿Tendrá algún medicamento para los resfriados fuertes? Nuestro mago está enfermo y temo que podría ponerse peor con este clima. 

El anjana le dio una sonrisa orgullosa, entrecerrando los ojos. 

—Ustedes pónganse cómodos en el vestíbulo —repitió—. No se preocupen por nada. Ya les atenderán. 

El mago, el hombre y la nereida caminaron por un cálido pasillo iluminado con faroles hasta llegar al fondo, donde encontraron una amplia sala con sofás, chimenea encendida y una mesa central. 

—Volveré en un momento —mientras el grupo tomaba asiento, el anjana desapareció por el pasillo, atravesando una puerta lateral que cerro detrás de sí.  Alex se colocó al lado del fuego, aliviándose con la sensación del calor en su cuerpo, aspirando el aroma de la chimenea, soltando un par de estornudos tras unos segundos. 

—Alex —dijo Nix de repente—. Lo siento mucho 

El mago la miró de reojo. 

—¿Por qué lo dices? 

—Tu resfriado… Pues, en parte es por mi culpa.  Los arrastré con el torrente en más de una ocasión. Además, podría decirse que yo y el resto de criaturas los sacamos de su zona de confort ahí en Holiand.  Se han montado toda una aventura en unos pocos días. 

—No te preocupes, Nix —respondió Alex—. Algo me dice que todo eso estaba destinado a suceder. 

Entonces Gunnar se apareció de nuevo en el vestíbulo, esta vez acompañado por otras tres personas: dos guardias armados con rifles y una mujer vestida con lujosas prendas invernales hechas de piel, de rostro blanco y sonrosado, cabello negro y corto y grandes ojos que reflejaron la luz del fuego. 

—Compañeros —habló Gunnar—, les presento a Lady Charlotte. Es la gobernadora de este pequeño pueblo en los dominios del Rey de Darvir. 

Alex y Johnson se pusieron de pie e hicieron una reverencia. 

—Es un honor, milady —dijo el mago—. Nosotros somos Alexeí Watson y Jack Lewinson Johnson. Nos sentimos agradecidos con su hospitalidad. 

—También es un placer tenerlos entre nosotros —respondió Charlotte con una dulce voz, después miró hacia Nix—. ¿Y quién es esta pequeña? ¿Algún tipo de hada quizá? 

La nereida agitó su cabeza en señal de afirmación, soltando unas pequeñas gotas con su cabello translúcido. 

—¡Así es! —respondió con entusiasmo—. Soy una nereida. Me llamo Nix. 

Charlotte sonrió lentamente y dijo: 

—Muy bien. Pongánse cómodos. Necesitamos charlar. 

Los dos hombres se colocaron de nuevo sobre sus asientos y lo mismo hizo la gobernadora. Sus dos guardias y Gunnar permanecieron de pie. 

—Muy bien —repitió la gobernadora—. Según lo que puedo ver, ustedes se encuentran en la misma misión que nosotros… O al menos en una similar. El Hada Roja, a eso me refiero… Aunque, a mi parecer, dista mucho de ser un hada. 

En ese instante, alguien golpeó la puerta del vestíbulo. 

—Ah, sí —exclamó Charlotte—. Casi lo olvidaba. Pase, por favor. 

Un mozo se apareció en el umbral, cargando una bandeja con una tetera y tazas que colocó en la mesa del centro, justo delante de la chimenea. Tras hacer una reverencia a la mujer, se marchó y cerró de nuevo. 

—Por favor —continuó Charlotte, mientras llenaba las tazas de un té de color café lechoso—, beban esto. Es un té que yo misma elaboré, ahuyentará cualquier resfriado y les acostumbrará a este clima extremo. 

Alex se apresuró a tomar su taza y le dio un buen sorbo, sin importarle que su lengua se quemara o que la bebida caliente pasara con ardor por su garganta. Con los ojos lacrimosos, exclamó. 

—¡Está delicioso! ¿De qué es? 

Charlotte soltó una pequeña risa a la vez que Nix y Johnson bebían también de su infusión. 

—No es nada complejo —respondió la gobernadora—. Unas cuantas hierbas y un hechizo simple y se obtiene una fórmula perfecta para remediar el catarro. 

—Oh —exclamó Alex—. Entonces usted también es una de nosotros… Una hechicera. 

Ella asintió con una sonrisa amable. 

—Así es, y en parte es por eso que conozco bien su misión. Verán, este pequeño poblado, desde hace varios años, ha sufrido ataques de bestias que hemos llamado pseudoquimeras. Porque, como ustedes posiblemente ya habrán notado, están lejos de parecerse a una quimera de verdad. Los señores de estas tierras anteriores a mí convirtieron este sitio en un pueblo pescador y de caza, especialmente dedicado a matar pseudoquimeras que pudiesen ser comestibles. Porque, resulta, que no se trata más que de una mezcla de diferentes partes de animales que, por alguna razón, se mueven y se comportan como si estuvieran vivos. 

»Y les digo que aparentan ser animales o quimeras porque, no hasta hace poco, me vi interesada en investigarlos a profundidad. Antes de mí los gobernadores del pueblo se limitaban a reforzar las murallas para mantener a las bestias alejadas de aquí y de, a su vez, impulsar su cacería, pues sus cuerpos son bastante voluminosos lo que significa que con una sola bestia se pueden alimentar a varios escuadrones o familias. El asunto es que, mis investigaciones me hicieron dirigirme hacia el centro de Darvir, en tierras despejadas de castillos y aldeas, donde encontré más de estas pseudoquimeras. 

»No tardé en descubrir que su origen era algo más perturbador de lo que imaginaba… Hay una leyenda sobre Darvir… que data desde sus orígenes, mucho antes de que se coronara al primer rey. Se dice que un mal nació en su superficie, proveniente de un mundo ajeno al nuestro, siempre dispuesto a matar y torturar con un propósito desconocido. Supuestamente este mal fue el causante del surgimiento de los bárbaros oscuros, con quienes este reino estuvo en guerra hace varios años después de que salieran de la nada a causar destrozos. En esas mismas zonas donde en antaño lucharon y donde también hallé a las pseudoquimeras, encontré una vieja cabaña vacía en cuyo interior había artefactos de un tipo de magia que jamás había conocido. 

»Leí algunos de los libros que ahí se habían dejado y pude concluir que el Mal de Darvir fue, o es, real y que estuvo presente en  esa misma cabaña hacía varios años y fue responsable de diferentes atrocidades que no merecen ser nombradas en esta sala. 

Charlotte hizo una pausa y se sirvió un poco del mismo té que bebían sus invitados. 

—Pero… —interrumpió Johnson mientras que la gobernadora se llevaba la taza a los labios—. ¿Qué tiene esto que ver con el Hada Roja?

Charlotte volvió a colocar la taza sobre la mesa tras darle un largo sorbo. Continuó hablando: 

—A eso era a lo que iba, mi buen amigo. Resulta que el Hada Oscura es una de las víctimas del Mal de Darvir, una que ha permanecido oculto durante varios años y por fin ha despertado. Supongo que, si es que han investigado sobre el tema, habrán descubierto que esta hada se ha aparecido de forma repentina y breve en diferentes zonas de este, siendo lo más lejos que ha llegado el Gran País Rojo y Kanthrya, aunque desconozco si se atrevió a ir más allá de eso honestamente. Sin embargo, ahora el plan en el que ha estado trabajando durante todos estos años está echando a andar sus engranajes. 

—¿En serio? —intervino Alex—. ¿Una víctima? 

—Bueno… —respondió Charlotte con voz trémula—. En parte, sí. Les sorprenderá saber que, hace mucho tiempo, el Hada Roja solía ser humana… Aunque de ese lado de ella no queda nada actualmente. Cuando cayó en las garras del Mal de Darvir aprendió el tipo de magia del que les he comentado y, hasta donde tengo entendido, le declaró un odio intenso a la humanidad. 

»No sé muy bien qué procesos tuvo que haber pasado para que su esencia, si le puedo llamar así, quedara partida en dos o las razones por las que decidió odiar a los humanos, pero al menos queda claro queda en claro que todo esto lo condujo a realizar diferentes viajes para obtener un cuerpo estable y buscar una manera de proteger a los seres feéricos, aunque fuera en contra de su voluntad. 

De nuevo Charlotte le dio un largo sorbo a su té y, tras aclararse la garganta, dijo: 

—De lo que tenemos certeza, es que es un ser dividido en dos pedazos, que se pueden mantener unidos gracias a un canalizador externo. No sabemos cómo logró hacer esto, pero lo importante es que es su principal debilidad. 

Finalmente, Lady Charlotte dejó su taza de té sobre la mesa y se cruzó de brazos, dando por terminado su monólogo. Alex, Johnson y Nix se le quedaron viendo expectantes, cada uno procesando su explicación, sin mencionar palabra alguna durante unos segundos. Hasta que el silencio fue interrumpido por Johnson: 

—Bueno… Nosotros lo hemos visto hace poco… Ahí en el bosque nevado. Creo que corremos peligro estando aquí, podría aparecer con su ejército en cualquier momento. Ya nos hemos enfrentado a unas criaturas que estaban bajo su mando y no fueron experiencias agradables a mi parecer. 

Charlotte asintió con un breve meneo de cabeza. 

—Lleva rondando por aquí durante unos días y sí, hemos tenido avistamientos de sus criaturas. Principalmente goblins gélidos y ojáncanas, de ahí que Gunnar haya decidido quedarse en este pueblo para ayudarnos a combatirlo. 

—Los ojáncanas comandados por el Hada Roja atacaron mi aldea —intervino el anjana—. Era una comunidad pequeña de la que yo solía ser su único guerrero. Aunque logré salvar la vida de todos, los daños provocados por esas bestias fueron enormes, por lo que mi pueblo fue a refugiarse con otro grupo de anjanas mientras que yo salí a combatir al enemigo para evitar que continuarán provocando pérdidas. Seguí el rastro del Hada Roja hasta aquí, donde parece haberse detenido por un motivo que desconozco, pero durante este tiempo sus bestias han estado acechando por el bosque, sin mencionar a las pseudoquimersas que ya amenazaban a este lugar desde antes. 

—Es posible que haya permanecido aquí porque estaba esperando a Kai-Kai —explicó Alex—, un semidios al que enfrentamos y derrotamos hace poco. Él mismo nos comentó que había acordado encontrarse con el Hada Roja en las costas de Darvir. Sin embargo, es posible que se haya enterado de lo que hicimos, por lo que decidió permanecer aquí, a la espera de nosotros para destruirnos de una vez. 

—Viéndolo de esa manera —añadió Charlotte—, es probable que nuestro enemigo esté aprovechando que todos sus adversarios se encuentren en un mismo sitio para eliminarnos de su mapa de una vez…

—¡Espere! —interrumpió Nix—. ¡De ser así un ataque sería inminente! ¡Debemos advertir al pueblo!

Charlotte sonrió lentamente y con picardía. 

—La cosa aquí —dijo— es que para nosotros también resulta beneficiosa esta situación. El Hada Roja no cuenta con dos factores que están a nuestro favor. El primero, que el rey no se ha quedado de brazos cruzados ante esta situación y ha contratado a tres cazadores para combatir al Hada Roja, quienes se encuentran aquí mismo en el pueblo, en el cuartel de nuestras tropas. El segundo, siguiendo el mismo deseo del rey, se ha enviado a la Corte de Hechiceros a combatir junto a nosotros para capturar e interrogar al hada. Llegarán mañana al medio día, pero mientras tanto contamos con los recursos necesarios para mantener a nuestro enemigo bajo control. 

—¿Tres cazadores? —interrogó Nix—. ¿Cree usted que sean suficientes? 

—Vienen de Kanthrya —respondió Charlotte, como si con ello le restara importancia a la cantidad de cazadores contratados. La nereida, sin embargo, no dijo nada más. 

—Supongo, entonces —exclamó Alex—, que lo mejor será que nos quedemos aquí para detener a nuestro enemigo de una vez por todas. Solo hay algo que me tiene preocupado… ¿Por qué desea el rey someter al Hada Roja a un interrogatorio? ¿No sería mejor destruirla para evitar que continúe haciendo de las suyas? 

—Nos gustaría entrevistarla con respecto al Mal de Darvir —respondió Charlotte—. Es muy probable que sepa algo al respecto, así que debemos sacarle toda la información que nos sea posible. Dicho esto, creo que lo ideal en este instante sería que fueran a conocer a sus compañeros de patrulla, es decir, los cazadores.

—Me parece justo —convino Alex—. Aunque me gustaría quedarme con usted en esta misma sala para discutir un breve asunto de ser posible. 

—No tengo ningún problema. Quedémonos aquí mientras que sus compañeros y los míos visitan el cuartel militar. 

Charlotte hizo un ademán a sus guardias y al anjana para indicarles que se retiraran. Lo mismo hicieron Nix y Johnson quienes, confundidos, se retiraron de la casa, dándole un último vistazo a Alex y a la gobernadora antes de que la puerta principal se cerrara detrás de ellos. 

—¿Qué crees que sea lo que Alex quiere comentar con Lady Charlotte? —preguntó Nix al hombre, ya estando junto a él de nuevo en el exterior nevado. 

Johnson se encogió de hombros. 

—No estoy muy seguro —respondió. 

—Síganme, por favor —les interrumpió de repente Gunnarr, colocándose a su lado—. Los llevaré al cuartel militar. 

Caminaron entonces por la avenida principal del pueblo, hecha de ladrillos casi repletos de nieve, con las mismas casas de madera colocadas a su alrededor. Los faroles iluminaban su camino mientras, al avanzar, se cruzaban con habitantes que hacían su rutina nocturna, regresando a sus hogares tras un pesado día de trabajo, siendo principalmente leñadores, cazadores y pescadores quienes volvían a su hogar. 

Johnson vio a uno de ellos que caminaba sobre la acera, con un rifle echado sobre el hombro y un sombrero de invierno, echando vaho con cada paso que daba. Dudaba que los cazadores contratados por el rey de Darvir fuesen parecidos a aquel sujeto. El nombre de “Kanthrya” le hacía recordar un hecho destacable del relato contado por Alex, acerca de sus aventuras, dentro de la cueva de Elisa. 

—Hmm —carraspeó Johnson, frunciendo el ceño, intentando recordar lo contado por el mago. 

—¿Sucede algo? —preguntó Nix, quien volaba a su lado, echando pequeñas gotitas de agua con su aleteo. 

—Allá en la cueva Alex mencionó a Kanthrya durante una conversación que tuvimos —explicó Johnson—, aunque no recuerdo bien a qué hacía referencia ese nombre.

—Es una isla, según tengo entendido. No la conozco en persona, nunca he viajado más allá de Holiand, Darvir o Londinium. De hecho, me pareció escuchar alguna vez que es un lugar más grande que Anglaterra, situado justo en el mar que divide la Gran Nación Azul y la Gran Nación Roja, por lo que es un territorio en disputa entre ambos países. 

—Hm, creo que ya lo recuerdo. Habló sobre unos cazadores, sí… Y sobre cómo ellos utilizan la tercera magia. ¿Serán los mismos supongo? 

—Suena a que sí. 

Gunnarr, junto a los otros dos guardias que también los acompañaban, se detuvo delante de un edificio hecho de piedra, similar a un pequeño castillo. Golpeó su gruesa puerta de madera oscura y gritó: 

—¡Abran la puerta! ¡Está aquí Gunnarr, el anjana, junto a un grupo de aliados extranjeros! 

La puerta se abrió casi de inmediato y delante de ellos se apareció un hombre robusto, de barba larga y castaña y piel blanca. Contempló al grupo sin mencionar palabra y les cedió el paso silenciosamente. 

—Gracias —dijo Gunnarr, echándose a andar por un amplio pasillo que conectaba con una gran sala de la que se llegaba a escuchar el distintivo sonido de varias conversaciones entrelazadas entre sí. Johnson, Nix y los dos guardias fueron detrás de él, cruzando el pasillo mientras que el portero cerraba la entrada detrás de ellos. 

La sala resultó ser un gran comedor donde hombres y mujeres vestidos con uniforme militar tomaban una apacible merienda sobre alargadas mesas de madera. Gunnarr los condujo hacia el fondo de la estancia, recibiendo las miradas de varios soldados mientras caminaban, casi todas enfocadas especialmente en la nereida. 

En la última mesa estaba sentado un grupo de dos hombres y una mujer que conversaban sin hacer demasiado alboroto, casi sin intercambiar palabra alguna, cada uno con una sopa de champiñones de la que comían de poco en poco. Los dos varones, uno pelirrojo y otro rubio, vestían con gruesas armaduras de cuero negro y de estilo medieval, con una capa que colgaba de su pechera. La mujer, morena y de cabello oscuro, por su parte, portaba tan solo portaba una coraza que le protegía de los hombros al vientre, teniendo encima un grueso saco de piel marrón y de relleno aterciopelado. 

—Gunnarr —dijo la mujer al cruzar la mirada con el anjana—, ¿qué noticias nos traes? 

—Buenas noches, Lina. También es un gusto saludarte. ¿Cómo estás? Este es el señor Johnson, de Londinium, y Nix, una nereida, hada del mar. Llegaron al pueblo hace poco con la compañía de un mago llamado Alex. Se han ofrecido a ayudarnos en nuestra tarea. 

—¿Un mago? —exclamó el hombre rubio—. Vaya, eso es nuevo. No esperaba encontrarme con uno de esos por aquí. 

—¿Qué hay de esa nereida? —preguntó Lina, la morena, señalando hacia Nix—. ¿Realmente está de nuestro lado? He escuchado que el rey ha tenido problemas en controlar a su Orden Pixie. 

—Oh, puede estar segura de que Nix está de nuestro lado —afirmó Johnson—. Ha luchado a nuestro lado para combatir a las fuerzas del Hada Roja. 

Lina se quedó callada durante un instante que pareció interminable, alzando una ceja y frunciendo los labios. 

—Bueno —dijo por fin—. Pueden sentarse. Platiquemos. 

Gunnarr y Johnson tomaron asiento junto a los dos hombres, mientras que Nix optó por sentarse sobre la mesa, mirando a los humanos desde su reducido punto de vista que los hacía parecer gigantes. 

—Alex me platicó una vez de ustedes —dijo Johnson para romper el hielo—. Usan la tercera magia, ¿no es así? ¿Ustedes son ese tipo de cazadores? 

Lina soltó una risa burlona. 

—Tercera magia —exclamó en tono despectivo—. Se le puede llamar así, sí. Pero nosotros preferimos llamarla Esencia, aunque en otros países se le conoce con nombres distintos. Si han oído hablar del chi o los chacras deberán saber que son lo mismo. Energía pura dentro de los seres humanos que nos permite manipular ciertas cosas.

Y entonces Lina extendió la palma de su mano derecha. Esta comenzó a iluminarse poco a poco, como si una luz interna germinara dentro de ella; empezó a salir humo desde sus dedos hasta que, en su centro, se aparecieron las llamas de un intenso fuego. 

—¿Lo ven? —dijo Lina—. Nada de otro mundo. 

Sacudió la mano y el fuego desapareció. 

—Estamos aquí para detener al Hada Roja y destruir a todas las criaturas que esta pueda usar en contra de nosotros —explicó el hombre pelirrojo—. Dejamos Kanthrya para buscar nuevas oportunidades en Darvir. Tuvimos la suerte de que el rey nos contratara para este asunto. 

—Además tenemos el apoyo de un anjana y la Corte de Hechiceros —añadió el rubio—. Sin mencionar que ustedes también han venido para echarnos una mano. El Hada Roja no tiene oportunidad de ganar. 

Su conversación fue interrumpida de pronto por un fuerte ruido. Las puertas del cuartel se abrieron estrepitosamente. En el umbral se hallaba un guardia, se le veía agitado, con el rostro perlado por el sudor y jadeando como si fuera un animal. Sus ojos se notaban desorbitados y, tras unos segundos de permanecer inmóvil, tragó saliva y dijo: 

—¡Están aquí! ¡Han llegado! ¡Hay un ejército de monstruos allá afuera!


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